Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli Alumnas. Guantes, Cerebros, Cráneos... en Psicología !
El pasado jueves recibimos otro examen interesante. Qué queremos decir con esto, con el calificativo de “interesante”?. Sabemos que las evaluaciones constituyen un aspecto de la vida académica muy complejo, difícil, controversial. En realidad, a nadie más o menos cuerdo pueden gustarle los exámenes, verlos como “interesantes”. Ni a los alumnos ni a los profesores. Sabemos que la mejor evaluación sería aquella que reuniera condiciones tales como las que pueden brindar un contacto estrecho y responsable durante todo el año. Lejos de la pasividad “naturalizada” que ya casi todos padecemos, aquella establece el paso por las aulas como una estación necesaria pero no fundamental para la capacitación profesional. No nos engañemos. Hoy, ser Estudiante “en serio”, es una hazaña. Algo menos se requiere para ser un Docente “en serio”. Los que somos algo mas viejos hemos tenido el privilegio de asistir a una Universidad muy distinta, cercana a la excelencia. Por entonces también era traumático rendir exámenes finales. Pero nuestro posicionamiento, todo nuestro entender acerca de la carrera emprendida, era muy diferente. Estábamos mejor nutridos por los Docentes, estábamos persuadidos del valor de las clases, de todos los momentos de tarea. Incluyendo los exámenes. No digo que eso ha desaparecido hoy. El espíritu de los Estudiantes, también de algunos Docentes, sigue siendo el mejor. Aunque estemos lejos de aquellos tiempos. Trataré de poner un ejemplo. Tal vez sea mejor, como para no quedar en un lamento con aires profesorales. O peor, de un viejo quejoso. Voy al grano: este fin de semana volví a mi escuela del secundario. El Normal de Maestros Nro. 3. Pude volver a caminar sus aulas, sus patios, su gimnasio, su pileta de natación, sus laboratorios. Esta casi destruido. Pero uno puede entrever, con solo detenerse ante sus muros deteriorados, la gran calidad de ese edificio. Que no trasunta otra cosa de cuál era el criterio de la Educación hace poco más de cincuenta años. Hoy, un edificio como aquel, es impensable. Pero no meramente por razones económicas. Es impensable ese criterio, ese espíritu de la Educación. Y para seguir esquivando la queja nostalgiosa les contaré sobre este nuevo examen interesante. De los que hemos tenido varios, sin duda, a lo largo de todos estos años. Solo que ahora tenemos este medio, el de la Página Web, tan consultada por nuestros Estudiantes. Sobre todo para temas como los Exámenes. Ese momento tan inquietante, más ahora, a tiro del fin de año. Dos de las chicas con las preparaciones Tres alumnas del curso regular 2007 trajeron un buen número de preparados vinculados al Trabajo Práctico sobre Anatomía del Sistema Nervioso, con cerebros vacunos. Con gran prolijidad expusieron diferentes tipos de cortes, en piezas formalizadas. Conocían muy bien sobre su Anatomía. Pero lo que resultó mejor, captaron de la mejor manera el sentido de la forma. Que no es otro que la expresión de un sentido. La Anatomía, base de la Fisiología, es siempre Relacional Vincular. Y desde allí, en el marco de un sesgo Evolutivo, llegaron a la Intersubjetividad. A la Humana condición. Terminaron dando una clase para todos los compañeros presentes. Corte sagital. Cuerpo calloso, Fórnix, Tálamo, Tronco Encefálico Supieron arrimar al tema con mucho entusiasmo. Tuvieron mucha creatividad. Supieron movilizar sus recursos, tanto personales como familiares. Buscaron…, y encontraron. Nos volvieron a poner en contacto con aquella Escuela. De todas las Escuelas. Las de la excelencia. Que antes que nada es la del espíritu de los auténticos académicos. Corte Coronal. Cuerpo Calloso, Ventrículos Laterales, Tálamos Al salir de la Facultad me crucé con las tres chicas. Pude escuchar que se iban a Pellegrini. Tal vez a tomar una cerveza y conversar sobre el Examen, escrito así, con mayúsculas. No intercambiamos ni una palabra. Ya todo había sido dicho y entendido. Más adelante me topé con otro joven, muy preocupado por que algunos compañeros habían “salido mal”. Le comenté que el número de aplazados no superaba los valores corrientes, que muchos habían “salido muy bien”; le pregunté si había hablado con ellos. De hecho, no lo hizo. Tampoco estuvo en la improvisada e inolvidable clase. Una gran lástima. No solo por su preocupación, si no también por que se había perdido asistir a una genuina ocasión de visualizar acerca de cómo podría volver a crecer la Universidad Nacional. |