ISSN 2422 7853 Neuropsicología y Psicología del Desarrollo Reconsiderando a Pavlov Reflejos condicionados, estereotipo dinámico y desarrollo Prof. Roberto C. Frenquelli
Pavlov puso en claro el modo en que el espíritu se encuentra con la materia. Su contribución, basada en su metodología, cerró en parte la supuesta brecha existente entre naturaleza y cultura. Importa considerar su metodología, en este caso experimental. Poniendo en evidencia cómo el Sistema Nervioso Central modificaba sus respuestas incondicionadas, naturales y por ende universales, en respuestas condicionadas. Los experimentos de Pavlov y sus seguidores son claros y concluyentes acerca de cómo lo particular se corporiza en la actividad nerviosa. Cómo se “encarna” el ambiente, en otros términos la Cultura. De allí que sostengamos que se produce el cierre de tal brecha. Tanto que podemos sostener sin demasiado temor a equivocarnos que desde las primeras andanzas del hombre, mucho más ya cuando en el Paleolítico se inventaron las primeras herramientas, desde entonces no existe nada que sea “natural”. El todo caso, los reflejos condicionados vienen a dar cuenta de la “naturaleza de la naturaleza” humana. Hemos reiterado muchas veces que estamos constituidos como redes de tramitación sensomotriz. La actividad refleja es el elemento básico de la fisiología nerviosa. Es cierto que su definición considera la condición de ser automáticos, dados desde lo genético, no concientes. Las posturas racionalistas, del cuño que se traten, tienen tendencia a horrorizarse ante la mera formulación del término. Los reflejos serían una versión demasiado pobre de la condición humana. Lo mismo sucede con la palabra acción. El pensamiento, muchas veces asimilado a la palabra, moraría en doradas alturas, lejos del burdo movimiento, de la respuesta inmediata. De tanto en tanto uno escucha algún elogio acerca de los reflejos; es cuando nos referimos al arquero “salva partidos” o cuando logramos esquivar alguna amenazante evidencia. Es cuando escuchamos “tengo buenos reflejos...” Después de ese instante, de esa experiencia gozosa, solamente queda mala prensa para lo reflejo. Es la tradición racionalista a ultranza, aquella que no se compadece de reflexionar sobre si misma, la que se impone. Bernardo Houssay, nuestro gran fisiólogo, sostuvo que “un reflejo aislado es una abstracción teórica, conveniente para el análisis de los fenómenos nerviosos, pero no existe en la realidad”. Volvemos entonces a aquella clase donde hablamos de los hechos y los conceptos. No es justo abordar el tema de los reflejos desde una postura mecanicista, estática y rígida. Sobre todo porque ellos son los mediadores del eterno comercio entre el ser vivo y su ambiente, capaces de cambios, de maduración, en proceso adaptativo. Todo el desarrollo implica la dinámica de lo reflejo, siempre en contexto, en lo vincular. Venimos a sostener que la fisiología es un medio para el logro de un fin. Y la finalidad de lo humano no es otra que aquella que se desprende de la capacidad de actuar para ser. Para sostener la identidad que caracteriza a lo humano. Humano en devenir, pues “lo humano” a secas choca con el obstáculo de considerarse “terminado”, “hecho de una vez y para todas”. En este sentido, lo psicológico no es otra cosa que una expresión de la materia organizada. De la materia in-formada. De allí que hablemos de “conocimiento encarnado”. Conocer es hacer en la praxis del existir. En la trama sensomotora está inmersa nuestra historia social, nuestra singularidad. Por eso siempre decimos que se aprende haciendo. Se aprende desde la experiencia concreta. Es cierto que se puede aprender a declamar, cosa que no está del todo mal. Pero el aprendizaje en acto, en presencia, es el genuino. Por ejemplo, de nada vale explicar alambicadas cuestiones sobre psicoanálisis si no se ha pasado por la experiencia de padecer sus efectos, dentro de su dispositivo. Rápidamente haré una referencia a la palabra adaptación. Me refiero a la adaptación activa, no a la pasiva. Con esto quiero expresar aquel comportamiento que se modifica en el vínculo, no solamente tomando forma a modo de un trozo de plastilina pegado a un objeto al que se subordina; me refiero a un comportamiento que se codetermina en el lazo. En otros términos, que se auto eco organiza. Un comportamiento que es autoplástico a la vez que aloplástico. Que toma forma en relación. Los reflejos condicionados son reacciones adquiridas provocadas por agentes que han sido previamente neutros, sin significación ni eficacia ninguna. La salivación, siguiendo el famoso ejemplo, pertenece al comportamiento incondicionado. La salivación es la respuesta habitual, universalmente esperada. Bateson llamó a la respuesta incondicionada “aprendizaje cero”, buscando señalar a todo aquello que viene dado desde la plantilla genética, que permanece inalterado, donde no hay error. No hay aprendizaje por la experiencia. Con los reflejos condicionados sucede algo parecido a lo que con las sinapsis. Si hablamos de la sinapsis de la Aplysia corremos el riesgo de ser tomados en broma: estaríamos comparando un hombre con un caracol. Más allá del ingenioso chiste, un tanto viejo para estos tiempos, debemos pensar que lo viviente no contempla la posibilidad de borrar los logros que ha tenido en otros estadios de la marcha filogenética. Las sinapsis son iguales en diferentes niveles de la escala evolutiva, lo mismo que las mitocondrias, las membranas celulares o los componentes químicos de almacenamiento de la energía. El orden natural no desprecia nada, todo lo utiliza. Por eso estudiar reflejos condicionados con los perros tiene valor para pensar en el hombre. Esto no quiere decir que hagamos una inmediata traslación, una comparación grotesca. Si ahora hablamos de reflejos condicionados estamos en claro que hablamos del humano. Como bien comenta Lorenz, cuando hablamos de un animal, primero conviene aclarar sobre cuál estamos tratando. Se han logrado reflejos condicionados en bebés de pocos días de vida, vinculados a la alimentación. Se usaron diferentes estímulos condicionantes como cambios de posición, movimientos de balanceo; es evidente que los lactantes se condicionan espontáneamente a los actos de la rutina de las mamadas, como los de la preparación de la madre, la colocación del babero, los olores, la voz y arrullos maternos, la intensidad lumínica, el contacto piel a piel y tantos otros fenómenos sensoriales, siempre atravesados por el afecto. Al principio los estímulos más vigentes son los vestibulares, ligados a la posición y equilibrio, también posiblemente los olfatorios, ulteriormente se puede pensar en la inclusión del analizador auditivo. Más tarde se irán agregando las influencias de la visión, el tacto. Se armará una verdadera “melodía cinética”, como composición de imágenes en una secuencia de intensidades y frecuencias en inducción recíproca, característica del llamado estereotipo dinámico. Es un estereotipo en tanto es una forma, un patrón de cualidades; es dinámico pues puede cambiar, independientemente que es un proceso, una alternancia de cualidades. Las imágenes que lo componen están siempre atravesadas por el afecto. Son verdaderos complejos de imágenes y emoción. Se sostiene que a los tres meses de edad el niño está en condiciones de establecer diferentes reflejos condicionados. Que no solamente alcanzan al sistema nervioso somestésico, también al vegetativo. Hemos dicho que los reflejos, todos, son una abstracción. Es decir, un recorte de la multidimensionalidad de lo fisiológico. Los reflejos aislados no existen, por decirlo con cierta simpleza. Cuando el niño se anoticia de que la madre se prepara para asistirlo ante su llanto, cuando va preparando su pecho para aproximarlo a su boca, una miríada de sensaciones se van ordenando en esos estereotipos que citaba. Y se va armando el condicionamiento, como logro, como aprendizaje. Y se “prepara”, se pone en situación, su boca empieza a ser “experta”, lo mismo que sus ritmos, su respiración, su deglución. Globalmente se unen acciones que discurren por lo somatosensorial, por lo vegetativo. No hay disociación entre estas divisiones del sistema nervioso. Debemos pensar que las conceptualizaciones que se desprenden de Pavlov no implican una mera adhesión a la “reflexología”. Son aportes conceptuales que nos aclaran cómo se va gestando el proceso de humanización, en el ensamble cerebro – ambiente. El cerebro, como siempre decimos, es “experiencia dependiente”, también “experiencia expectante”. No solamente es dependiente, también cuenta con la espera. Una espera que no es pasiva. Trae al mundo ciertos dispositivos innatos que soportan las variaciones de lo ambiental, donde lo adquirido se superpone a lo que se trae. La Psicofisiología nos enseña algo más sobre la pregunta “...qué es un bebé?”. Para Freud, como para nosotros – adscriptos al paradigma de la complejidad – esa pregunta debe responderse desde un campo especulativo, conceptual, no mitológico. No porque pensemos que el mito no tenga su lugar. Sino porque son campos distintos, donde en uno – el mitológico – el concepto no tiene espacio posible. Es cuando uno escucha las temerarias afirmaciones tales como “el bebé nace cuando empieza a hablar, más o menos a los cuatro años”. Una tremenda barrabasada, propia de discursos de barricada que no dejan pensar. No digamos en Freud mismo, donde está claro que el bebé es definido desde la perspectiva conceptual – incluyendo al mito, claro está - , sino en el Psicoanálisis todo. Una cosa es el Psicoanálisis como práctica, como método terapéutico; otra cosa es como teorización acerca de lo humano, donde entre diversas cuestiones la metodología experimental venida de otros campos puede enriquecerlo. Freud tomó prestado de diversas disciplinas distintos aportes para modelizar sobre lo psíquico. Freud era un pensador de la complejidad. Muchos de sus seguidores, en cambio, parecen contentarse con refugiarse en un reduccionismo absoluto. El estereotipo dinámico, es una totalidad funcional, pero también es una inscripción, una huella en lo material de las redes neuronales. Es un trayecto memorizado con facilitaciones sinápticas, lo que implica una cierta estabilidad. Cada estímulo es una preparación para el siguiente en una reciprocidad donde cada elemento va abriendo el camino para el siguiente, donde el calificativo de recursivo no quedaría mal. Lo estable está abierto al cambio, es modificable por la nueva experiencia. La constelación propuesta por Freud en su “Proyecto...” es fácilmente asimilable a esta explicación. Freud nos habla de la imagen del objeto, del movimiento que acompaña a la descarga, del cese de la tensión que se genera ante la aparición de la huella desiderativa. Freud, posiblemente con acierto, enseña que la alucinación está en la base del origen del psiquismo. Alucinación por el pecho ante la presión de la necesidad expresada en lo interoceptivo como hambre, acompañada por el llanto como rudimentaria pero contundente señal por la “asistencia ajena”. Es el momento del nacimiento de las constantes espacio – tiempo, de la espera, del principio de realidad. El mecanismo de los reflejos condicionados implica la formación de un patrón neuronal memorizado en los niveles superiores e intermedios, conectados a neuronas sensitivas periféricas encargadas de la recepción de los estímulos, tanto incondicionados como condicionados. En este sentido también podemos encontrar similitudes con las experiencias de D. Hebb, acerca de las “asambleas neuronales”, siguiendo aquel aforismo “cells that fire together, wire together", consolidando redes que son asiento de la singularidad. Esta postura propone una neuropsicología mientras alude al desarrollo, donde el conocimiento está corporalizado, mapeado en lo sensoriomotor. La imaginación, que primero es concreta y luego es abstracta, comparte el mismo sustrato neural que la acción. Hay un encuentro entre el cuerpo y su cerebro con el ambiente, donde están los otros significativos. Pensamos que el pensamiento racional no está enteramente separado de aquello que los animales pueden lograr, dado que usamos los mismos mecanismos sensoriomotores corporales que los primates no humanos en nuestros respectivos ambientes. Desde esta perspectiva, el pensamiento racional es una derivación de las operaciones corrientes de nuestros cuerpos, que por otra parte son casi enteramente inconcientes. |