ISSN 2422 7358
Luis J. Juri Bowlby con Ainsworth en una conferencia
El sentimiento de seguridad no es una condición natural sino un camino potencial del desarrollo, que puede o no ser recorrido. En una “psicopatología del desarrollo” (Waddington, Bowlby) la personalidad se mueve a lo largo de senderos que se bifurcan en dirección de la seguridad o de la inseguridad. Esta visión de la psicopatología se opone a un modelo determinista lineal que supone un recorrido predeterminado. La figura del bebé o niño que atraviesa determinadas fases de la evolución de la libido (una etapa “oral”, otra “anal” y luego otra “genital”) sería un ejemplo de linealidad, de fuerte tono endogenista. En una psicopatología del desarrollo el individuo y el ambiente interaccionan permanentemente. Es una psicopatología que pertenece al terreno de la intersubjetividad, o sea a la interacción entre mundos subjetivos. Una madre o cuidadora puede satisfacer al bebé siendo sensible y empática a sus señales de apego, o por el contrario ser insensible y rechazante. En el primer caso colaborará con la construcción del sentimiento de seguridad del niño; en el opuesto socavará tal sentimiento, dando lugar a otro camino del desarrollo, al apego ansioso o inseguro (Bowlby, 1973), a un falso-self en el sentido de Winnicott (Bowlby, 1988), a formas patológicas del narcisismo (Bowlby, 1988), a una incrementada sexualidad autoerótica (Bowlby, 1973) y a diversos desarrollos marcados por la frustración del deseo de apego. El camino hacia la construcción del sentimiento de seguridad comienza en los períodos preverbales de la vida. Según M. Hofer (1995) los reguladores ocultos provistos por el vínculo (“hidden regulators”) mantienen un estado fisiológico que es homeostático para los infantes. El bebé lo experimenta como un “estado óptimo” y de acuerdo a Hofer puede formar las bases del estado afectivo de seguridad. En coincidencia con estos conceptos, Morris Eagle (1995) afirma que la seguridad se encuentra asociada con experiencias de bienestar que acompañan el cuidado del apegado, incluidas las regulaciones homeostáticas y las gratificaciones provistas por la madre. En la misma dirección, las investigaciones de Mary Ainsworth llegaron a la conclusión de que los niños que desarrollan un apego seguro son aquellos que han sido tomados en brazos por más tiempo por parte de sus madres de manera cariñosa (una base segura). El vínculo seguro va generando un sentimiento de seguridad, y las disrupciones significativas producen inseguridad, tensión, angustia. Estudios con niños rumanos que pasaron largo tiempo separados de sus padres en orfanatos mostraron alteraciones en los niveles normales de cortisol (la llamada “hormona del estrés”) lo que ha sido atribuido al sufrimiento de la separación y a la inseguridad con las figuras de apego (Fonagy, 2001). En la malla intersubjetiva familiar y con la influencia del lenguaje se van estructurando los modelos representacionales, tanto de las figuras de apego como del si mismo (self) los que jugarán un importante papel en la experiencia interna de seguridad o inseguridad del sujeto. Estos modelos son construidos por vía semántica (lo que se le dice al niño) y por vía episódica (lo que el niño percibe directamente). Se puede decir de los modelos representacionales que son “procesadores de información”, idea que se ajusta a la función que Bowlby le atribuía al psiquismo. Para Bowlby el aparato psíquico no tendría como tarea la descarga o control de los estímulos pulsionales, sino el procesamiento de información. El psiquismo procesa la información a fin de mantener el lazo de apego y para sostener una determinada representación del si mismo. Esto resulta notorio en los casos de abuso emocional o sexual con participación de familiares cercanos. El niño abusado puede “borrar” de su conciencia la información angustiante a los efectos de mantener una imagen del otro como cuidador y proveedor de seguridad (y no como abusador o amenazador), y de si mismo como amado (y no desvalorizado o humillado). Esta “exclusión de información” es una versión informacional del mecanismo freudiano de represión y da cuenta de la imposibilidad del infante (y del no tan infante) de percibir “el lado oscuro de la luna”, o sea aquellos rasgos del progenitor o figura de apego que producen angustia. La percepción de esa cara oculta y evitada del cuidador resulta angustiante y cuando tiene lugar suele ser seguida de una renegación o desmentido (verleugnung) de lo percibido, restaurando la situación anterior. La angustiante información percibida es borrada del psiquismo consciente. No solo la percepción, sino también la memoria opera sosteniendo el vínculo. Amnesias, recuerdos sepultados, etc. apuntan a mantener una determinada representación de la figura de apego y del propio self. Una ya clásica frase del psicoanalista escocés Ronald Fairbairn sintetiza magistralmente los conceptos que estamos abordando: “…es mejor ser pecador en un mundo gobernado por Dios, que vivir en un mundo regido por el Diablo” (Fairbairn, R., 1957). Si el sujeto es el pecador (el que carga con la culpa) es factible sostener la representación (idealizada) del otro como Dios, lo que hace que el mundo contenga esperanza y seguridad. Si por el contrario la figura de apego fuera El Diablo, el mundo estaría teñido para el niño del horror paradojal de que quien debe cuidarlo sea aquel que lo mortifica y humilla. En tanto procesadores de información, los modelos representacionales evalúan el estado del self y del vínculo, y emiten pronósticos. Tanto el sentimiento de “desesperanza”, o sea la creencia de que no hay salida, como su opuesto, el sentimiento de “esperanza”, o sea la creencia de que habrá solución, surgen de las evaluaciones y pronósticos de los modelos internos. De este modo, los modelos sobre las figuras de apego y sobre el sí mismo gobernarán los deseos, expectativas, miedos, seguridades e inseguridades de un sujeto (Bowlby, 1988). A pesar de su importancia, las representaciones del si mismo (self) no siempre han tenido el espacio que merecen en la psicopatología y en la clínica (Bleichmar, 1997). En la obra de Bowlby son frecuentemente mencionados, pero la atención ha sido depositada principalmente en la representación de las figuras de apego y en el vínculo. Cierto deslizamiento hacia las relaciones con las figuras de apego le valió a la teoría del apego el título de “interpersonalista” (Holmes, 1995). Esa calificación, no del todo justa, se debió probablemente al hecho de que Bowlby deseaba demostrar la influencia de las experiencias vividas con los padres o cuidadores en la etiología de los síntomas (frente a los paradigmas endogenistas / pulsionales) lo que en ocasiones inclinó la balanza hacia ese costado. No hay que olvidar que Bowlby promovía un retorno, con variantes, a la primitiva teoría traumática de las neurosis de Freud, que tanta importancia le otorgaba a las experiencias vividas, y que este mantuvo hasta la famosa “carta 69” a Fliess del 21 de setiembre de 1897, punto de inflexión donde Freud pasó a jerarquizar las fantasías de fuente pulsional sobre las experiencias infantiles (Freud, S., 1892-99). Nos ocuparemos de las representaciones del si mismo en lo que concierne a los sentimientos de seguridad e inseguridad. Comenzaremos con S. Freud, quien efectuó una penetrante observación sobre las representaciones del si mismo, la importancia del lazo de amor entre madre e hijo y el sentimiento de seguridad de este último. Escribió Freud: “Cuando uno ha sido el predilecto indiscutido de la madre, conservarátoda la vida ese sentimiento de conquistador, esa confianza en el éxitoque no pocas veces lo atraen de verdad”.(Freud, 1917, p. 150) La importancia de un confiable vínculo de amor - que los teóricos del apego posteriormente conceptualizarían como “una base segura”- brinda confianza interior al niño para enfrentar la vida. Un hijo así amado (indiscutido) tendrá según Freud un “sentimiento de conquistador”, una confianza en sus propias fuerzas que eventualmente puede llevarlo al éxito. El sentirse amado incrementa la autoestima, haciendo que el sujeto se sienta seguro y enfrente las adversidades. Freud anticipaba en varias décadas una de las conclusiones del estudio de Emily Werner en Kauai que mostró que los llamados “niños invulnerables” que atravesaron grandes adversidades (niños resilientes) habían tenido al menos una persona que los había amado incondicionalmente, sin importar sus características físicas u emocionales. En medio del horror esa relación afectiva les había proporcionado una seguridad que los protegió y les permitió desarrollarse alejados de una patología de otro modo esperable (Manciaux y otros, 2001). J. Bowlby utilizaba para el concepto de seguridad el adjetivo inglés “secure” (seguro) que significa “libre de cuidados, aprensión, ansiedad o alarma” (Oxford English Dictionary, citado por Bowlby, 1973) y que alude a la forma en que el sujeto se experimenta a si mismo. El sujeto seguro se siente (relativamente) libre de tensión o angustia. La seguridad sería entonces un sentimiento interno de seguridad, y debe ser diferenciada de la percepción que tiene el sujeto del mundo exterior como más seguro o menos seguro (Marrone, 2001). En “La separación afectiva” (1973) Bowlby se refirió a personas con alto grado de confianza y seguridad en sí mismas (self-reliance) que aunque experimenten angustias o depresiones pueden enfrentarlas, no derrumbarse y solucionarlas. Frente a circunstancias desfavorables pueden asimilar mejor las frustraciones y sucesos traumáticos. El niño con confianza y seguridad interior ha incorporado resilientes “recursos internos” para hacer frente a las adversidades. Cuando un suceso lo angustie o deprima acudirá a su memoria impregnada de recuerdos de apego seguro y de representaciones positivas sobre si mismo y sobre los otros (modelos representacionales) y ellas construirán representaciones, algunas prácticas y eficaces y otras artísticas y creativas, sobre la salida de la dificultad. La influencia de una relación materna / paterna empática que funciona como una base segura es fundamental para la construcción de un sentimiento de seguridad que permite enfrentar en mejores condiciones las inevitables adversidades de la vida. Dado que la teoría del apego ha sido criticada como “maternalista” por centrarse en la relación del niño con la madre, efectuaré algunas observaciones sobre el papel del padre, en relación al tema del sentimiento de seguridad. Un niño puede buscar en su padre una relación de seguridad si la madre falla en suministrarle una base segura. Estamos hablando del padre percibido no como rival (Edipo) sino como una base de seguridad (Apego). Es lo que ocurrió a mi entender en la historia de Juanito (Freud, 1909) cuya madre era contradictoria y generaba en su hijo temores al abandono. La madre lanzaba explícitas amenazas de irse y no volver, lo que con el tiempo se concretó al separarse los padres y no quedar Juanito con su madre (Bowlby, 1873). Juanito se apegó a su padre intentando encontrar en ese vínculo la seguridad de que no sería abandonado, sentimiento que su madre no le proveía (Juri, 2001). El papel de proporcionar una base segura no es incompatible con otras funciones que puede cumplir un padre, como actuar de tercero ante la díada madre-hijo, o como modelo identificatorio para el niño. En su interés conceptual sobre el sentimiento de seguridad John Bowlby muestra coincidencias con el Freud que hemos citado, con autores como R. Fairbairn quien describió una “dependencia madura”, con T. Benedek y la “relación de confianza”, con M. Klein y el concepto de “objeto bueno introyectado”, con E. Erikson y su noción de “confianza básica”. Para J. Bowlby el concepto de seguridad no solo era relevante en el área de la psicopatología, sino fundamental en la relación entre terapeuta y paciente. El terapeuta debe constituirse en una base de seguridad para el paciente, de modo que éste experimente la psicoterapia como un lugar donde puede desplegar aquellos pensamientos y/o sentimientos que oportunamente tuvieron que ser excluidos de la conciencia. La relación psicoterapéutica sería la oportunidad de pensar, ver y sentir lo que en su oportunidad fuera segregado al inconsciente. Para concluir este breve escrito quisiera incluir una frase de Bowlby referida a la psicoterapia y al sentimiento de seguridad del paciente que siempre me ha impresionado por su claridad y contundencia. Dice así: “…a menos que el terapeuta pueda capacitar a supaciente para sentir algún grado de seguridad, laterapia no puede empezar siquiera” (1988, p. 162). * Este escrito forma parte de un trabajo presentado en la VII Jornada del Internacional Attachment Network (IAN) sobre Vínculos de Apego y Salud mental. San Sebastián (España), octubre de 2006.
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Referencias: Bleichmar, H. (1997): Avances en psicoterapia psicoanalítica. Paidós. Madrid. Bowlby, J. (1973): La separación afectiva. Paidós. Buenos Aires. Bowlby, J. (1988): Una base segura. Paidós. Buenos Aires. Eagle, M. (1995): “The developmental Perspectives of Attachment and Psychoanalytic Theory”. En Goldberg, S., Muir, R. y Kerr,S. (Eds.) Attachment Theory. The Analytic Press. Fonagy, P. (2001): Attachment Theory and Psychoanalysis. Other Press. Nueva York. Freud, S. (1892-99): “Fragmentos de la correspondencia con Fliess”. Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires. Freud, S. (1909): “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”. Obras Completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Freud, S. (1917): “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad”. Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires. Fairbairn, R. (1957): Estructura psicoanalítica de la personalidad. Hormé. Buenos Aires. Holmes, J. (1995): “Something there is That doesn´t love a wall. John Bowlby, Attachment Theory and Psychoanalisis” En Goldberg, S., Muir, R. And Kerr, J. (Edit.) Attachment Theory. Social, Developmental and clinical Perspectives. The Analytic Press. USA. Hofer, M.(1995):“Hidden regulators: implications for a New Understanding of Attachment, Separation and Loss. En Goldberg, S., Muir, R. y Kerr,S. (Eds.) Attachment Theory. The Analytic Press. Juri, L. (2001): “Juanito: ¿Edipo o Apego? En Marrone, M. (2001). Psimática. Madrid. Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B. (2001): La resiliencia. Resistir y rehacerse. Gedisa Editorial. Barcelona. Marrone, M. (2001): La teoría del apego. Un enfoque actual. Psimática. Madrid. |