Relato de un mamarracho en sólo actoProfesor Doctor Roberto C. Frenquelli
La ópera después de Freud por Mario Bunge. Relato de un mamarracho en un solo acto. Roberto Frenquelli Un tono intimista no parece el aconsejado para una Editorial. Es un género que suele reclamar cierta asepsia profesoral, cierto desapasionamiento. Por ende, debe estar lejos de la confesión. Y si esta queda rozada, cerca del testimonio, siempre debe haber una reserva de grandeza para el editorialista. No por nada se considera a la Editorial propia del Editor, del responsable, la cara visible de la gestión. Esta vez, una vez más, seré algo heterodoxo. Me gusta el tema, me gusta lo que quiero contarles. Y no puedo dejar de testimoniar desde lo más íntimo. El pasado jueves 29 fui a escuchar a Mario Bunge al Espacio Cultural Universitario, donde el viejo Banco Nación, en calle San Martín. Ese lugar hermoso, que coordina Marta Varela. Todo un orgullo para la Universidad Nacional de Rosario. Sigo con lo mío. Si, amigos: fui a escuchar a Bunge. No es la primera vez que he pecado de esta manera. Hace muchos años tomé un curso en la Facultad de Ciencias Económicas, donde habló de “Realismo y antirealismo en Filosofía”. Yo era bastante más joven, tan ignorante del tema como ahora. Me gustó encontrar a gente de Filosofía allí, como a Francisco Parenti y la mismísima Esther Díaz. Recuerdo a Bunge, que alguna vez estuvo en la Universidad de La Plata antes de partir al exterior, como un hombre irascible, algo gritón, muy preciso. La verdad, me gustó. Me parece que aprendí algunas cosas. Todavía conservo una publicación de la Facultad Psicología con un artículo suyo. Adopté una expresión suya: monismo materialista emergentista. En algún tiempo fue un caballito de batalla en mis batallas en Psicología, a favor del cerramiento de la brecha cuerpo – mente. Esta vez, ante el anuncio de su nueva llegada a Rosario – ya había estado otra vez hace un tiempito – tuve algunos escrúpulos y otros remordimientos. Qué dirían mis amigos de mi persona, al verme entrar a escuchar a este troglodita?. Lo pensé, lo consulté. Decidí postergar mi espíritu crítico. Y quedarme con mi pobre Yo, que me señalaba la conveniencia de poder escuchar dentro del más amplio rango. El tema propuesto era interesante: “Filosofía para Médicos”. El mismo nombre de su nuevo libro. Incluso tuve otro traspié. Casi a la misma hora, en el Círculo Médico, hablaba Juan Carlos Picena sobre la Ópera después de Freud. Se tan poco de ópera como de filosofía. Recién en los últimos años me metí en ese género, como he podido. Picena es una garantía de buen gusto, de capacidad didáctica, de un fino humor y una acendrada intelección. Lo que se dice un gran expositor. Pero yo estaba con la idea de Bunge desde hacía un cierto tiempo, había prometido a otro amigo mi asistencia. También, es cierto, me parecía una buena oportunidad para seguir mis reflexiones sobre el alma del Médico. Allí, en ese punto, me reconozco. He trabajado toda mi vida sobre este tema. O casi toda mi vida. Qué diría un filósofo sobre los Médicos?. Partí para allá. Al llegar me fui tranquilizando. Les juro que entré bien, casi contento. Me encontré con mi Maestro de la Clínica, Carlos Yelin. Había mucha gente: no solamente Médicos. Había muchos Psicólogos, algunos Estudiantes de la Carrera. También gente de otras profesiones. Incluyendo a los profesionales de la no profesión, esa gente que simplemente se llama Culta. Bunge tiene ahora 93 años. La verdad es que está bastante bien. Camina con cierta dificultad. Para mi, no crean que me he apoderado de cierto espíritu cholulo, tiene varias cirugías estéticas. También debe teñirse. Con un saco blanco impecable y una corbata a rayas blancas y azules, alto, de voz firme, fue a sentarse en una mesa donde bien detrás de su testa había un farol esférico. Este se proyectaba para las cámaras de video bien en sumatoria, como un gran halo luminoso quedandole al estilo de un santón. Era una imagen cómica, casi frankesteniana, que se multiplicaba en las pantallas planas generosamente distribuidas en la sala. Milagro o coincidencia, poco importa al buen espíritu médico tan ausente en su charla, la Física nos daba una mano ambientando perfectamente lo que vendría después. Bunge hizo un relato que trató de centrarse en la Historia de la Medicina. Alguno de los presentes en la primera fila sirvió para empezar. Creo que Oscar Fay tuvo que mostrarle la lengua. No estoy seguro. Le voy a preguntar ni bien lo vea. Bunge le dijo que tenía un exceso de Yang; al otro sujeto de la experiencia, le dijo que tenía mucho Ying. Así las cosas. Arrancó con la Medicina China y siguió por Hipócrates, Galeno y tantos otros. No dijo nada de mi amado Paracelso. Mejor, porque en ese desprolijo y devaluado recorrido no dejó títere con cabeza. Dijo algunas taradeces, como por ejemplo, que la úlcera gastro duodenal se debe al Helicobacter Pylori. Allí dejo esto como el mejor ejemplo de su pobre visión de la Medicina, de las Enfermedades, de los Médicos y de los Pacientes. De casi todo. A medida que seguía su charla me iba poniendo más contento por haber asistido. Esperaba que dijera algo sobre más específico sobre Filosofía. Promediando la charla, casi sobre los treinta minutos, mencionó a Kant. Hasta allí no había tocado a sus "pares". Lo bajó inmediatamente. Su idea de la Realidad inaprensible le repugna. Al parecer los científicos, según su criterio, van en contra de Kant. Ellos si pueden con la Realidad, contra las apariencias. A poco rato Hegel quedó demonizado. Por un tobogán rápidamente construido cayeron tras él Shopenhauer, por supuesto Nietzsche, Keierkegaard, Husserl, Heidegger. Al carajo todos. Y barranco abajo en la caída, se les prendió Carlitos Marx y todo el marxismo. No quedó nadie con cabeza. No podía ser de otra manera, una cabeza bajo ese halo luminoso no debe resistir la temperatura. Por supuesto que habló mal de la Medicina Basada en la Narrativa. Este hombre no tiene nada que ver con poesía y creación, campos de la estupidez según sus certezas. Pero, por suerte, también dejó mal parada a la Medicina Basada en la Evidencia, si bien con ciertas contradicciones. Igual que cuando tomó el tema de la industria farmacéutica y sus grandes negocios. Denunció lo que todos sabemos: los tongos que hay con los remedios. En ese momento reparé en la cantidad de carteles que anunciaban a la firma que lo trajo. No creo que este hombre hable por unos pocos dólares. En este sentido, no solo en el de la aparente salud que porta, no dejo de envidiarlo. Me gustaría dar charlas tan bien pagas como las de Bunge. Que seguramente van de la mano a desgravaciones y otras cuestiones del poder. Dije antes que me había sentido contento. No crean que enloquecí. Estuve contento pues no había cedido a mi moral prejuiciosa. Tenía que volver a escuchar a este supuesto filósofo para renovar mi pensamiento. Para afirmar mi pensamiento. Dicen que Morin tiene la misma edad que Bunge. Me parece que es diferente. No parece entonces que la edad lleve necesariamente al avinagramiento y al prejuicio. Dicen que Morin vendrá pronto a Rosario. Veremos qué pasa. Veremos quién paga su venida. Y quienes vamos a escucharlo. Me quedé con mi entereza, para nada masoquística, en el ejercicio de la diversidad para escuchar a personas distintas. Claro que no volveré a escuchar a este señor. Tampoco se me ocurrió malgastar comprando su librejo. Tal vez se lo espíe a algún todavía incauto. Ya se sabe: “no hay libro malo que no tenga nada de bueno”. Una de esas, si viene prestado, lo miro un poco. Y la ópera?. Veré que hago. Mientras tanto me quedo con la idea de que en ese majestuoso lugar de nuestra Universidad se representó una tragicomedia que tal vez Wagner no hubiera podido siquiera imaginar. Aún después de Freud. Picena, casi siempre lo hace, repetirá la charla algún día. Voy seguro. |